El escritor Agustín García nació en Cabure, estado Falcón el 15 de octubre de 1892 y murió en Caracas el 28 de marzo de 1960. Su producción literaria aún cuando no fue abundante, sí representa una invaluable joya por ser reflejo no sólo de la vida del hombre falconiano, de su ser y hacer, sino además porque en ella convergen diversos elementos históricos y culturales que nos hacen evocar con cierto dejo de nostalgia la vida campestre desprovista de los avatares citadinos.

Compuesta de cuentos emblemáticos como Terciopelo, Corazón de bronce, La candelita, Besos de luz, entre otros; en donde el ámbito de lo natural y los sentimientos se hacen con el rol estelar, y de las novelas Urupagua (1932) y Farallón (1939), esta narrativa de lo telúrico nos muestra a través de un logrado equilibrio, la fisonomía falconiana de mediados del siglo XX, atravesada por la lucha constante entre el explotado y el explotador, por la recurrente necesidad de exacerbar el gentilicio mediante las abundantes marcas de oralidad encontradas en sus textos, así como las grandiosas descripciones del paisaje, flora y fauna regionales que demuestran con justicia la riqueza caquetía de nuestra tierra y su gente.

Valga entonces la ocasión para evocar y homenajear su obra a propósito de la celebración, este 2019, del aniversario número ochenta de la publicación de su novela Farallón; texto que inserta con gran acierto el elemento trágico como aspecto inherente a la naturaleza humana, además de un importante componente histórico conjugado con el carácter localista propio de la criollismo literario que develan la fascinante y no menos trascendente cosmogonía falconiana

Jesús Madriz

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